La Semana Santa, fiesta barroca y andaluza por excelencia, convierte a Málaga en un gigantesco escenario en el que todo un pueblo rememora los momentos de la Pasión del Señor.
Entre la luz de la cera, los destellos del oro y la plata, y los perfumes de incienso y azahar los grandes tronos procesionales, verdaderos retablos que caminan, constituyen un espectáculo imposible de olvidar.
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